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ISSN 1989-4163

NUMERO 127 - NOVIEMBRE 2021

 

Ícaros

Kerman Arzalluz

Todo empezó con aquella peli de los 80. Granujas a todo ritmo, con James Belushi y Dan Aykroyd dando vida a los Blues Brothers, dos delincuentes canallas y divertidos, con los que era imposible no empatizar. Disfrutó con el desenfreno de Jake Blues (Belushi), cachondo y salvaje sobre el escenario; lo mejor de todo es que actuaban cuándo y cómo podían, porque la poli les seguía los talones. También aparecían James Brown, Cab Calloway y Ray Charles. Él alucinaba con tanto talento. Verlos y querer ser “algo de eso” fue todo uno. Y luego estaba lo del poster promocional de la película, que rezaba una leyenda de las de enmarcar, que nunca olvidaría: “They´ll never get caught. They´re in a mission from God” (“Nunca serán atrapados. Están en misión de Dios”).

Desde entonces tuvo claro que quería ser Jake Blues, y Ray Charles; y empezó a tocar y practicar cada vez más, trasteando con varios instrumentos a la vez. Leyó, porque quería saber, investigó, se documentó, pero sobre todo, practicó, hora tras hora, todas las horas. Y llegó a TeloniusMonk; y finalmente a John Coltrane, que le agitó la sesera y las entrañas como nadie y nada hasta entonces. Siempre dice que de un saxofonista negro nacido en un pueblo llamado Hamlet solo podía esperarse virtud.

Tira las cartas, no en una suerte de quiromancia; literalmente, las tira. Podría estar jugándose unos chupitos de Jack Daniels con su amigo y representante; o podría estar dudando en tomar o no una decisión de extrema importancia para su vida personal o profesional, y que todo dependiera del acierto con una carta en el viejo sombrero borsalino. Nada de eso.

La verdad está a menudo oculta en lo que el ojo no ve. Solo la aproximación nos va a dar la medida de la realidad. Un acercamiento a las periferias.

Pieter Brueghel, Brueghel, el Viejo, gran maestro de la pintura flamenca del siglo XVI nos lo muestra en su Paisaje con la caída de Ícaro. Una escena costumbrista, el transcurrir de la vida. El agricultor, en primer plano, el ganadero, en segundo; un barco en tercero, con marineros que se afanan en sus labores. Más allá, el paisaje con elementos nítidos y otros más desdibujados. Y entre tanta normalidad lo extraordinario, Ícaro caído del cielo, un Ícaro que penetra en el agua violentamente, del que solo se aprecian las piernas haciendo la tijera. Un Ícaro pequeño, escorado, semi escondido.
Nuestro hombre no se juega nada, no hay apuesta consigo mismo. La lectura de la imagen no está en el lanzamiento de naipes ni en las cábalas sobre el motivo que le ha llevado a hacerlo. De hecho, no le gustan las apuestas, él no es jugador ni apostador; es un tipo con trayectoria.

Los “Ícaros” de la imagen son su historia; y están en su mirada, en las suelas de sus ajados zapatos italianos y en lo que contiene el espejo que está a su izquierda.

No hay juego, no hay apuesta, ni siquiera pretende atinar. Por eso mira de frente a la cámara, a su retratador. En sus suelas las muescas de su paso por los grandes escenarios; y el espejo que le dice a la cara lo que él ya sabe y tiene decidido de tiempo atrás (SALIDA). 

 

 

 


 

 

Planeta

Fotógrafo: Pedro Arce

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